Michel Foucault
Utiliza la categoría “discurso” pensándolo
no como la referencia a un objeto, sino como un a fuente constitutiva del mismo.
“El discurso es otra cosa distinta del lugar al que vienen a depositarse y
superponerse, como en una simple superficie de inscripción, unos objetos
instaurados de antemano.”
Tampoco piensa al “discurso” como una nueva
presentación del objeto, puesto que los discursos “…no son, como podría
esperarse, un puro y simple entrecruzamiento de cosas y de palabras: trama
oscura de las cosas, cadena manifiesta visible y coloreada de las palabras; (…)
el discurso no es una delgada superficie de contacto, o de enfrentamiento entre
una realidad y la lengua.” Si bien no es una abstracción remitente al objeto,
tal como propone el autor de Vigilar y Castigar, tampoco hay que tratar “a los
discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que envían a
contenidos o a representaciones), sino como prácticas que forman sistemáticamente
los objetos de que hablan.”
Desde esta concepción, además, hay una relación muy estrecha
entre el “discurso” y la política. No coloca al “discurso” como muestra de
aquello que la política tiene para decir, ni como intérprete de conflictos, ni
como evidencia de las relaciones de fuerza y poder, puesto que “el discurso no
es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación,
sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que
quiere uno adueñarse.”
El discurso no es, entonces, “simplemente lo que
manifiesta (o encubre) el deseo; es también el objeto del deseo” .
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